viernes, 24 de agosto de 2007

Para entender mejor al perro y a la niña


Muchas veces, hurgando entre mis temores, recuerdo que hay uno que podría pasar por poco serio pero que, para mí, no es ninguna broma: temo que pasen los años y que se me acaben las ideas.

Nos sometemos a las arbitrariedades de nuestra vida como si fuésemos autómatas. Unos más y otros menos, derrochamos nuestras ideas creativas transformándolas en ideas prácticas para llevar mejor la rutina.

El perro no entiende de rutina. No creo que ningún perro tenga una idea clara de lo que le rutina es, y por eso es el perro el más indicado para llevar una vida viajera... Incluso me atrevería a afirmar que los que hacen de su vida un viaje permanente han aprendido del perro.

El perro busca, y la niña también. Pero lo que buscan es lo que encuentran: no se ponen a pensar qué quieren encontrar, sino que están enamorados de la vida como sorpresa.

Me he dado cuenta de que temo para nada. Si he de sorprenderme, aprenderé yo también de ellos dos. Cada día les haré a mi manera un pequeño homenaje, pero les dejaré solos tan pronto como pueda...

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