sábado, 24 de noviembre de 2007

Todo en movimiento


Los emperadores no lloraban sus pérdidas. No tenían tiempo. Se dedicaban a seguir las huellas de lo sucedido... Huellas físicas, pruebas.

En cuanto el perro despertó, encontró a la niña dispuesta a marchar hacia el barco. Tenía deseos de saber qué pensaba el marinero de todo lo ocurrido.

Pero, una vez llegados a la casa de éste, no abría la puerta. En su lugar, um gato malhumorado gruñó desde dentro. ¡Ahora se enteraban de que allí vivía un gato! Nunca lo habían visto al pasar por allí otras veces.

En ese momento, el marinero iba de taberna en taberna cantando canciones en las que amenazaba de muerte a sus enemigos, y presumiendo de haber encontrado un increíble tesoro. Los borrachos se reían de él mientras jugaban con el diario en sus manos, tras lo cual echaban a correr enloquecidos, con las manos en alto o dando palmadas que acababan en frotamientos frenéticos.

- ¡No me insultéis! ¡Os juro que no he hecho nada! ¿Estáis seguro de que no habéis puesto las manos encima de alguna hoguera?

- ¡Vete lejos de ese libro endemoniado! ¡Hazlo pedazos y tíralo al mar, si antes no te quemas las manos como nosotros!

Una de estas trifulcas fue presenciada por el perro y la niña. Fue en la enorme plaza de las escaleras, donde el perro estuvo a punto de caerse por una de ellas hasta una enorme piscina de agua hirviendo, que fue precisamente donde cayó el libro, para desesperación del viejo marinero.

No hay comentarios: